Pasión por Cádiz

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Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Mis articulistas preferidos: Mari Carmen Sánchez Astorga

La Qadis musulmana
 
¿Qué ocurrió para que la próspera Gades, conocida en todo el Imperio por su cultura, su riqueza, su comercio… pasara a ser la olvidada Qadis?

¿Por qué en este período solo se le considera una “plaza” musulmana en la que apoyarse después de la conquista del estrecho y facilitadora del paso de los ejércitos invasores?

¿Qué conocemos de la Qadis musulmana?

Las fuentes materiales siguen siendo cautas, no olvidemos que cuando se reconquista Cádiz se da orden de destruir todos los vestigios musulmanes. El único material que tenemos en nuestro museo de ésta época son dos jarrones encontrados en la Casa de la Contaduría. Y las fuentes escritas se pierden en una enigmática retórica, ambivalente y casi hermética si se carece de un soporte material al que asirse para  poder contrastarlas.

No sabemos si Cádiz se rindió mediante una capitulación con los musulmanes, o si, por el contrario, fue conquistada mediante las armas. De todas formas, la población que se quedó en su ciudad, debió pagar un tributo al pueblo dominante, más probablemente otro, de capitulación.

Durante el Emirato Dependiente de Damasco (711-756) no tenemos noticias de Cádiz. Es a partir del Emirato Independiente de Córdoba (756-912) cuando empezamos a encontrar referencias de la ciudad, concretamente con Abderramán II (822-852) Cádiz es atacada por los Normandos. Este hecho hizo que se construyeran fortificaciones. A partir de la paz en que quedó AlÁndalus después de estos ataques, Cádiz empezó a resurgir como ciudad, aunque seguimos teniendo pocos documentos que nos hablen de ella.

Al principio del período almorávide-almohade (1086-1245) Cádiz es una ciudad no muy brillante, pero su despliegue económico empezó gracias a la importancia de su puerto de mar y a que la Vía Augusta, todavía en funcionamiento, hacía que Cádiz fuese un buen sitio para el comercio. Otro dato importante en el que Cádiz vuelve a ser protagonista, es la entrada de los Almohades en la Península Ibérica a partir de 1145 por esta ciudad.

De ésta época, los paramentos hasta ahora invisibles conservados al cobijo de los edificios correspondientes al Hospital de la Misericordia, parece que vienen a remover viejas controversias. Puede decirse de hecho que los vestigios recuperados pudieran estar en condiciones de revelar lo que tuvieron que callar las estructuras domésticas musulmanas que, se dice, cubrían a hueso la cávea del teatro romano y que fueron sacrificadas por la avidez con que las palas arqueológicas ansiaban recuperar los perfiles originales del coliseo gaditano.

A estas alturas ya nadie discute que para las fechas de la ocupación cristiana de la comarca, Cádiz estaba constituida por un centro de habitación considerable como lo demuestran con profusión el utillaje de uso cotidiano, sólo que al carecer éstos de elementos significativos diferenciadores, por razones de pervivencia tipológica, dificultan una ubicación cronológica exacta, salvo que la lectura estratigráfica lo revele  in situ, cosa que hay que decir resulta infrecuente.

El hecho de que todavía los resultados de las intervenciones arqueológicas en este sector de la cerca (gozne con los edificios consistoriales modernos), estén pendientes de una interpretación global, nos obliga a ser cautelosos en las afirmaciones, no obstante podemos decir que las estructuras edilicias aparecidas empiezan a revelar, de manera contundente, la existencia de un amurallamiento musulmán asentado sobre una obra romana de notable potencia material.

 De otro lado, tampoco podemos afirmar que el recorrido de la cerca musulmana fuera idéntico en su disposición al de las defensas cristianas que, como es lógico, reaprovecharían, recrecerían y aumentarían las estructuras de utilidad preexistentes, pero en lo que toca al sector de la calle San Juan de Dios (frente de tierra), debió obedecer más o menos a la visión que nos ofrece la iconografía de 1513.

Asimismo, contamos con dos circunstancias a resaltar como peculiares de la pre-estructura musulmana que nos hacen pensar en una filiación preferentemente almorávide:

1º • Los paramentos embebidos en la medianera del hospital que se levantan en gran medida directamente sobre basamento de cronología islámica.  La gran torre vigía previa o “Hisn”, que evoluciona primero hacia la torre del homenaje cuadrangular alfonsí y posteriormente a la torre compuesta de fines del siglo XV, debió coserse, a caballo de los siglos XI-XII, al paramento de  la cerca volviendo el lienzo entonces en dirección a la plaza de San Juan de Dios, mientras conservaba su posición y acceso virados con respecto a ella y orientados al vendaval y al istmo.
La cerca pudo contar en su recorrido con otras torres pautadas de planta cuadrangular (posterior torre de las armas cristiana y otra más, por lo menos, inserta luego en el hospital), sin que tengamos elementos para determinar si era practicable o no el paso por el Arco de los Blancos o si éste quedaba envuelto en una estructura de protección perdida que complicara el ingreso, puesto que la entrada en eje directo es más propia del  amurallamiento romano y bajomedieval que de las defensas musulmanas.
En este sentido habría que rastrear la posible conexión de esta entrada a la villa con la estructura urbana de la ciudad antigua, sin olvidar que los arcos externos de protección exterior se labraron en la el siglo XVII por la familia Blanco para proteger una capilla advocada a la Virgen de los Remedios. En la cara interna del sector, protegido en altura debió crecer  el grueso del caserío, apiñado sobre el monturrio, parte del cual se sacrificaría posteriormente para acomodar las torres y patio del Castillo de la Villa, tal como lo conoceríamos en tiempos de Rodrigo Ponce de León.  

2º • La posible existencia de una torre-puerta en el quiebro de la muralla que hacía bisagra con las estructuras del ayuntamiento actual, dejando expedito el cuadrante externo que más tarde ocuparía el Hospital de la Misericordia. Las razones de este quiebro peculiar siguen por determinar, pero pudieran tener que ver con imposiciones de seguridad en la cimentación y quién sabe si vinculadas al discurrir del Canal Bahía-Caleta que, a su vez también podría justificar la extraña orientación de otros tramos como ocurre en el correspondiente al de la Plaza de la Catedral Nueva. Fuentes escritas ayudarían a perfilar estos extremos.

De confirmarse esta torre-puerta, abriría entrada a través de la planta baja poniendo en comunicación, o separando según conviniera, la zona pública o civil de la villa con las  dependencias defensivas. Este recurso en la solución de los accesos encaja bien con la cronología almorávide.


La organización interna de la villa plantea otras  tantas  incógnitas por su continuidad en la habitación y por la distorsión estratigráfica consecuente con la presión urbanística. En cualquier caso la mezquita se elevaría en la cota posteriormente consagrada a la Santa Cruz, con alminar exento coronado por las tres bolas clásicas del Yamud,  probable despiste de los cristianos según parece al vista del grabado de 1513.

Quedarían por localizar los necesarios complementos relacionados con el agua, tanto rituales (abluciones) como de uso social (hamman). En este sector de la villa, que fue el más noble entonces y lo sería después con los castellanos (y que desde luego tuvo su importancia en la organización de la antigua Gades), se concentraría también el grueso del caserío explicando en cierta forma, y pese a las agresivas reestructuraciones posteriores, la intrincada traza de las calles del barrio obedientes a la lógica del urbanismo musulmán, tan distante del esquema habitacional romano; esto es, entendiendo la calle como una consecuencia del ordenamiento de las casas y no como un elemento previo a obedecer para la organización del espacio.

En cuanto a la villa cristiana quedaría configurada, a partir de conquista, respetando el cuadrángulo casi perfecto descrito por las calles de San Juan de Dios, plaza del mismo nombre, calle Pelota y quiebro hacia la catedral. Tres lienzos construidos con tres accesos abiertos: a tierra, Arco de los Blancos; al mar, Arco del Pópulo y al posterior arrabal de Santiago, Arco de la Rosa..

sábado, 19 de noviembre de 2011

Cádiz, al compas de un pasodoble de comparsa

Una selección de fotos de Cádiz realizadas en 2011, acompañadas de la versión instrumental de la Comparsa "Los muñecos de Cádiz" de los hermanos Javier y David Márquez "Carapapa". 


Al piano Tomás García "Tomy Alemania" componente de la comparsa.




martes, 15 de noviembre de 2011

La Cárcel Real, o "Cárcel vieja" de Cádiz.

La Cárcel Real, llamada también "Cárcel vieja" que se levanta en Cádiz durante la época de la Ilustración, constituye uno de los edificios de estilo neoclásico de mayor interés y pureza estilistica de Andalucía.

Monumental, sobria y elegante, incorpora en su fábrica toda la técnica y espiritu, elementos y detalles de la arquitectura neoclásica de moda en la época en detrimento del barroco, construida por Torcuato Benjumeda en 1794 las obras se prolongaron hasta 1836 en que fueron terminadas por Juan Daura, el coste total de las obras fue de 3,5 millones de reales.



El edificio tiene planta rectangular en torno a un patio central de 66,87 por 33,45 metros y perfectamente simétrico, otros dos laterales y dos plantas de altura donde se reparten celdas, pasillos y otras dependencias.   La fachada principal presenta un cuerpo central avanzado con tres arcos semicirculares entre cuatro columnas dóricas de orden gigante y entablamiento clásico con friso trígligos, metopas y gotas y volada cornisa.   Los muros exteriores se ordenan en filas de vanos mediante pilastras dóricas que arrancan de un elevado zócalo o basamento y recogen frisos y cornisas.

La ornamentación exterior se reduce al uso de cornisa sobre las ventanas bajas y frontones triangulares sobre puertas laterales.  Los materiales son pobres en el interior; ladrillo y piedra ostionera mayoritariamente, y decorosos en el exterior; sillares de piedra y mármoles, en algunos lugares, perfectamente canteados.

Durante las últimas décadas del siglo XX estuvo en completo abandono hasta que en los '90 fué rehabilitada por el Ministerio de Justicia para sede de los juzgados, y en 2010 pasa a manos del Ayuntamiento que la vuelve a reformar y la nombra sede oficial de la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz.

sábado, 5 de noviembre de 2011

El asalto a Cádiz de la escuadra anglo-holandesa de 1625

Resentido Carlos I de Inglaterra por el desaire que sufrió al serle negada la mano de la Infanta Doña Margarita, hermana de Felipe IV, apenas subió al trono mandó contra la Península una escuadra de 90 naves que, al mando de Sir Edward Cecil, Vizconde de Wimbledon, se presentó delante de Lisboa, no atreviéndose a atacar dicha plaza, continuó su rumbo a Cádiz, con orden de quemar la escuadra surta en la bahía de Cádiz, de tomar esta ciudad de buen grado o por la fuerza y saquearla. En esta armada anglo-holandesa, figuraban además de sir Edward Cecil, el entonces nombrado a la sazón General, Guillermo de Nassau y el Conde de Essex.

El día primero de noviembre de 1625, un centinela que estaba en el torreón del castillo de San Sebastián anunció una armada inglesa, al anochecer del día de su llegada,  había entre 8 y 15 galeones españoles anclados en la bahía, junto con varias naves más. Alterando los planes previstos, el conde de Essex, a bordo del "Swiftsure", avanzó hacia ellos en solitario con intención de tomarlos; Edward Cecil, a bordo del "Anne Royal", fue tras él, gritando órdenes hacia los otros barcos de su flota para que le secundasen, pero éstos, siguiendo los planes iniciales, se mantuvieron inmóviles, y el conde de Essex cesó en su ataque.



Los galeones españoles se internaron en la bahía, yendo a refugiarse en la Carraca, esa noche los ingleses rectificaron sus planes iniciales de llegar por el Puerto de Santa María por la dificultad que suponía para el desembarco la poca profundidad de las aguas en esa parte, y por las informaciones que un comerciante inglés llamado Jenkinson, cuyo barco estaba anclado en la bahía, les trajo acerca del escaso número de soldados que defendían Cádiz, por lo que decidieron atacar el fuerte de San Lorenzo del Puntal, que situado en la parte más angosta de la entrada a la bahía, guardaba la entrada a ésta.


Cinco naves holandesas junto con veinte buques ingleses comenzaron a atacar el fuerte con fuego de artillería, que fue devuelto por los 120 hombres y 8 cañones españoles que lo defendían, viendo los contrarios tanta resistencia en poder tan pequeño, acudieron más galeras a combatir el fuerte. Los marinos ingleses, situándose detrás de los holandeses, dejaron solos a éstos frente al fuego español; sólo al amanecer, tras la pérdida de dos barcos holandeses, y obligados por las órdenes de sir Edward Cecil, los ingleses entraron en combate; poco después el propio Edward Cecil los mandaría cesar en el ataque: el fuego de artillería de los buques ingleses hacía más daño a su propia vanguardia que al fuerte de San Lorenzo del Puntal, el enemigo echó a tierra 10.000 hombres y comenzó a combatir a pie el castillo de San Lorenzo del Puntal, cuya defensa estaba a cargo del Capitán don Francisco Bustamante. Al amanecer del siguiente día, el castillo estaba ya muy maltratado  y no quedaba en la fortaleza almena que no hubiese sido derribada, dos piezas habían sido desmontadas, pues las de las galeras enemigas habían respondido a nuestros fuegos con mayor daño y con mejor fortuna.

Más de 4.000 balas dispararon los ingleses contra el castillo. Desmontadas al fin todas las piezas, y con sólo treinta hombres, afligidos y desalentados por el hambre,  la fatiga y las heridas, el Capitán Don Francisco Bustamante, se rindió con honra sacando sus hombres armados y su bandera en desfile por medio de los ingleses que ya habían desembarcado.

La ciudad, que sólo tenía suministros para tres días, fué abastecida por las galeras españolas que, llegando desde Sanlúcar, atravesaron las líneas enemigas. A pesar del fuego con el que las naves inglesas intentaban impedirles el paso, los barcos españoles consiguieron entrar a Cádiz con el apoyo de las baterías de artillería de la ciudad, varias embarcaciones más, saliendo de La Carraca y navegando por el caño de Sancti Petri, llegaron asimismo a la playa de La Caleta de Cádiz con toda clase de suministros.



Los resultados en esta jornada fueron fatales a pesar de todo para los ingleses, quienes perdieron lo más florido de la gente de guerra, pues don Francisco Girón, al frente de algunas fuerzas que acudieron apresuradamente el domingo día 2 desde Chiclana, Medina y Vejer por tierra y a bordo de las naves de Don Pedro Álvarez de Toledo; sumaban 4.000 hombres en la ciudad de Cádiz, consiguió rechazarlos auxiliados por las que llevó el Duque de Medina Sidonia, Capitán General de Andalucía, los ingleses desistieron de su empresa, viéndose obligados a huir, a causa de la heroica defensa tanto de la plaza de Cádiz, como de la Armada que estaba sobre las aguas de su bahía, que estaba mandada por el ya nombrado Don Pedro Alvarez de Toledo y Osorio, I Duque de Fernandina y V Marqués de Villafranca del Bierzo, Almirante de las galeras españolas.

Tomando en cuenta la debilidad de sus soldados, la falta de provisiones y lo improbable de un encuentro con las fuerzas españolas, en la mañana del día 4 sir Edward Cecil ordenó regresar hacia el castillo de San Lorenzo del Puntal, dejando tras de sí cien de sus hombres incapaces de seguir la marcha por la debilidad y la resaca, que fueron aniquilados por las fuerzas de Luis Fernández de Córdoba y los del Señorío de la Casa de Portocarrero.

El miércoles 5 las fuerzas inglesas retrocedieron hacia sus naves, donde embarcaron el jueves 6, hostigados por los hombres de Diego Ruiz, llegados desde Cádiz, y por los del Señorío de la Casa de Portocarrero, desde el puente Zuazo. Tras incendiar uno de sus barcos, en el que habían embarcado los cuerpos de los ingleses fallecidos, el viernes 7 salieron de la bahía de Cádiz reembarcándose precipitadamente con pérdida de algunos cientos de hombres y de 30 naves, haciendo rumbo a Plymouth.


El viaje de regreso fue desastroso. Los barcos holandeses, hastiados de la incompetencia inglesa, se marcharon sin previo aviso. Azotados por el mal tiempo, sin haber podido repostar comida y con la bebida echada a perder y racionada, las enfermedades se extendieron entre los marinos y soldados de la flota inglesa. De los 400 hombres que formaban la tripulación del buque insignia, el "Ann Royal", sólo 150 emprendieron el regreso, de los cuales 130 enfermaron durante el viaje de vuelta hasta su llegada al puerto de Kinsale (Irlanda) el 21 de diciembre. Dispersados por las tormentas del Atlántico, los barcos fueron llegando a distintos puertos ingleses e irlandeses en los meses siguientes. Las bajas se estiman en 1.000 hombres y 30 barcos.



De estos hechos y sucesos se manifiesta y lo confirma el testimonio del Rey Felipe IV dado en 1.° de diciembre de 1660, en que dijo: "Era Cádiz la Plaza de más importancia de esta Monarquía, y en que los enemigos tienen puesta la mira para invadirla".

La guerra entre España e Inglaterra continuaría oficialmente hasta 1630, aunque en el transcurso de ella no se producirían más enfrentamientos en la Península Ibérica.