Pasión por Cádiz

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Cádiz, Andalucía, Spain
AB ORIGINE SEMPER FIDELIS. IN PERPETUAM, SEMPER ET UBIQUEM GADES. QUI POTERS CAPERE, CAPIAT.

lunes, 29 de junio de 2015

Mis articulistas preferidos: Miguel García Díaz.

Manuel González de Rueda y Gil, figura y obra de un gaditano ilustre.
 
Coronel de Artillería de la Armada e inventor del sistema de cañones que lleva su nombre, fue de los pocos españoles condecorados con la Legión de Honor y las Palmas de Oro de instrucción pública de Francia.  Perteneció a esa ilustre saga de ilustres marinos españoles del siglo XIX, eminentes científicos e inventores de la que formaron parte Isaac Peral y Narciso Monturiol, hombres a los que en España no se les reconoció su auténtica valía.
 
El coronel don Manuel González de Rueda y Gil nació  en la ciudad de Cádiz, salada claridad, cuna de la gracia y la libertad, de gente a la vez extrovertida y receptiva, forma de ser de aquellos que viven de cara al mar.  Manuel no perdió nunca ese carácter, ese salero con el que se impregnó tomando las aguas de su bautizo en la gaditana parroquia de San Antonio, antiguo Campo de la Jara y plaza de Armas de la ciudad, donde en su infancia presenciaría muchos actos militares a los que le llevaría su padre, Condestable de la Armada, quien además le inculcaría el amor por la mar y por nuestra Marina de Guerra.
 
Hombre de acendrado patriotismo y de firmes convicciones religiosas, amante de la lectura, bues escritor y además poeta.  Los sonetos que escritos por él se han recuperado, demuestran buen estilo y su amor por Cádiz y sus mujeres. Me contaba su nieto una anécdota que prueba su buen carácter y esa forma de ser abierta del andaluz. Era propietario de una casa en La Navata, en la sierra madrileña. Cuando hicieron la carretera que pasaba pro allí, el tramo próximo a su propiedad tardó mucho tiempo en hacerse. El secreto de tal tardanza era que los obreros que la estaban construyendo, en sus ratos de descanso, disfrutaban de las tertulias que tenían con Manuel y que siempre se prolongaban al ser muy amenas y estar acompañadas de un gran botijo con agua de pozo bien fresca, hogaza de pan y embutidos... y para los más atrevidos en vez de agua, un buen vino, que les obsequiaba Manuel y su mujer, María, una malagueña risueña, graciosa y cantarina, y si además les trataban de esa forma tan abierta, tan campechana, tan "a la andaluza", como cariñosamente la llamaban los lugareños a María, era lógico que se "dejaran ir".
 
 

Con catorce años Manuel ingresó como alumno en la Academia y cinco años después salió de teniente destinado a Cartagena. Tras su ascenso a capitán consiguió un destino en La Carraca (San Fernando) y embarcó en la fragata de hélice "Gerona", donde permanecería más de dos años realizando los servicios propios de su empleo y el de profesor: Ya en aquel tiempo traducía francés en inglés y mostraba grandes facultades y conocimientos de física, química y ciencias exactas.

Después fue destinado a la Junta de Experiencias del Departamento de Cádiz y a la Academia de Aplicación como profesor, destinos donde fue adquiriendo conocimientos y experiencia, tal fue así que en 1895 fue elegido para formar parte de la Comisión de Marina que fue enviada a Francia. 

En El Havre fue encargado de llevar la inspección de materiales y dos años después presentó el proyecto con memorias y planos de un cañón de 12 cm. y montaje de su invento que en un principio fue aprobado.  Intervino también en el alistamiento del contrato de construcción del crucero "Río de la Plata".  Permaneció en Francia durante cinco años, hasta ser destinado al Departamento de Cádiz en abril de 1901 y ascendido a comandante.

Con objeto de dotar del armamento correspondiente al nuevo crucero protegido "Reina Regente", se abrió un concurso para la elección de los cañones que habría de tener el mismo.  Tuvo lugar en septiembre de 1902 y al mismo se presentó la casa Schneider con dos ofertas, una con los cañones inventados por González Rueda, previa autorización del inventor, y que fue justamente la que mereció la elección y aprobación de la Junta Consultiva de la Armada, tanto por sus condiciones técnicas como por el precio.

En febrero de 1904 fue destinado en comisión para terminar y presentar un estudio de transformación de los cañones García Lomas de 10cm., trabajo que simultaneó con la inspección de los trabajos de construcción de sus cañones.  En marzo fue enviado a Londres como miembro de la Comisión de Marina de Inglaterra.


 Al año siguiente fue designado para representar a nuestra Armada en el Congreso Geográfico de Saint Étienne, recibiendo la medalla "Francis Garnier" y la propuesta para Oficial de Instrucción Pública de Francia.  En ese mismo año y con ocasión de una visita a España del presidente de la República Francesa, fue promovido a Caballero de la Legión de honor de Francia. Fue felicitado también por el ministro de Marina por los resultados obtenidos ante la Comisión de Pruebas con el cañón experimental de 15cm. del que era inventor y que se habían celebrado en el Polígono de Torregorda de Cádiz y además le fue concedida la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

En septiembre de 1906, fecha de su ascenso a teniente coronel, fue pasaportado a Ferrol a fin de facilitar los datos necesarios para la instalación de cañones de 15cm. en el "Reina Regente" y el 26 de septiembre de 1910 fue invitado para asistir a las pruebas de instalación de la artillería en el mismo. Siguió realizando infinidad de proyectos de los que era autor que no reflejo aquí porque prolongaría en exceso la extensión de este trabajo, concediéndole por ellos felicitaciones y la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco. Por Real Orden de 7 de julio de 1909 pasó a la situación de Supernumerario.

Por haberse dispuesto que se trasladara a Alicante en comisión de servicio, marchó a la citada ciudad donde el 11 de febrero de 1911 debía de encontrarse a bordo del "Reina Regente" cono ocasión de la visita del rey Alfonso XIII.  La familia conserva la portada del periódico ABC de fecha 16 de febrero donde se ve al rey con el coronel González Rueda y el ministro de Marina.
Retirado del servicio activo, continuó viviendo en Madrid, ejerciendo importantes cometidos en la Sociedad Española de Construcción Naval, en la que fue consejero y presidente de la Asociación Benéfica y de Previsión de los empleados de la misma como consultor auxiliar de la gerencia. Fue también Vicepresidente de la Cámara de Industria de Madrid.

En 1932 falleció su mujer volcándose en su hijo pequeño, Alejandro, junto con su otro hijo Manuel. Fue algo que marcó su vida para siempre. Su casa de La Navata le permitió practicar uno de sus aficiones favoritas: la jardinería.

El 18 de julio de 1936 se encontraban en La Navata. Su hijo Manuel se dirigía en tren a Madrid acompañándose de una bicicleta por si le hiciese falta para volver, los rumores bélicos eran muy consistentes, y cuando estaba a unos 20 kilómetros de Madrid oyó los cañonazos y se bajó del tren retornando a La Navata. A los pocos días aparecieron unos milicianos armados procedentes de Galapagar para interrogarles. A pesar de la tensión que se respiraba en el ambiente, Manuel se mostró con una gran entereza, educación y valor, defendiendo y explicando su situación como hombre ya mayor, viudo con dos hijos uno de ellos muy pequeño, con su hermana y una prima a su cargo.

También sabemos que incluso ordenó a su hermana que les preparase un café o algún tipo de aperitivo. A estos milicianos les impresionó esta conversación que tuvieron con él y la entereza que mostró. Le pidieron que por favor se fuesen de inmediato de la casa pues ellos no querían tener problemas con sus mandos militares, a los que les contaría que no lo habían encontrado en ella, y que desde luego si les ordenasen volver por la casa en los próximos días, sería para llevarle arrestado a sus dependencias militares de Galapagar.

Ese mismo día recogieron lo que pudieron, sacrificaron las gallinas y regalaron el resto de animales de granja que tenías a algún vecino de confianza de los que permanecieron mas tiempo en La Navata.

A la mañana siguiente mucho antes de amanecer, su hijo Manuel enterró en la parcela una cubertería de plata, varias armas de caza y varias pistolas.  Después de varios años aparecería por casualidad al reparar una tubería de suministro de agua una caja metálica de las que compraban con bobinas de hilo, conteniendo una pistola casi en descomposición por el óxido que presentaba y uan caja de balas en perfecto estado.

Al amanecer, salieron de La Navata con destino a Madrid con gran pena e incertidumbre sin conocer los acontecimientos que les esperaba.  Durante la guerra no volvieron a ella.

En ella perdió gran parte de su patrimonio al no tener valor; ni ni el dinero ni las acciones bursátiles de que disponía, también se sabe que pasaron bastante hambre aprovisionándose de alimentos mediante cartillas de racionamiento y realizando trueques de objeto de valor por comida en el mercado negro.   Uno de estos mercados se organizaba en la calle Alcalá, muy próximo a la calle Hermosilla donde vivían.

En el año 1938, Manuel, que era muy fumador, cayó enfermo con una enfermedad pulmonar; y a pesar de sufrir una operación, el 20 de febrero entregó su alma a Dios, siendo enterrado en el cementerio de la Almudena en una fosa donde yacía su esposa María, su querida malagueña, la de ojos rebosantes de alegría y ganas de vivir.  Poco antes, en 1936, al Ejército Nacional le fueron necesarios sus cañones, los cuales volvieron a la vida para defender, esta vez, nuestra costas, pero eso es otra historia.

Hoy en día, gracias a las gestiones realizadas por sus nietos, existe en Galapagar-La Navata una calle que lleva el nombre de González de Rueda como homenaje a él y a su hijo Manuel, y en el Museo Naval de Madrid, se puede observar en una de sus salas un retrato al óleo de Manuel González de Rueda y Gil, además de una vitrina con sus condecoraciones y una maqueta en acero del cañón por él inventado.